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El Clamor que Atrae a Dios y Silencia el Temor (Lamentaciones 3:57)

El Clamor que Atrae a Dios y Silencia el Temor (Lamentaciones 3:57)

Te acercaste a mí en el día que te invoqué; dijiste: No temas.
Lamentaciones 3:57 🙏

Amados hermanos y amigos, la vida cristiana no está exenta de dolor, de pérdidas, de desilusiones y de momentos de profunda desesperación. A menudo, cuando pensamos en el libro de Lamentaciones, nos viene a la mente un cuadro de tristeza inconsolable, de ruinas, de exilio y de juicio. Y en gran medida, ese es el corazón de este libro. El profeta Jeremías, al que se le atribuye esta obra, derrama su alma en lamento por la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento de su pueblo.

Sin embargo, en medio de esta densa oscuridad, el capítulo 3 se erige como una luz brillante, una declaración personal de fe y esperanza que surge de la más profunda aflicción. Y en el versículo 57, encontramos un testimonio que debería grabar en nuestros corazones una verdad inmutable sobre nuestro Dios: "Te acercaste a mí en el día que te invoqué; dijiste: No temas."

Esta no es solo una experiencia personal de Jeremías. Esta es una declaración profética para cada uno de nosotros. En un mundo cada vez más cargado de incertidumbre, de amenazas invisibles, de conflictos y de noticias que infunden pavor, la promesa de este versículo es un ancla para el alma. Nos habla de un Dios que no está distante, que no es indiferente, sino que es un Dios que escucha, que se acerca, y que tiene la autoridad para disipar todo temor con una sola palabra.

Lamentaciones es un libro de lamento, de quebrantamiento. Jeremías había sido testigo de la humillación de su nación, la pérdida de su templo, la masacre de su gente. Estaba en la más profunda tribulación, no solo física sino espiritual y emocional. Es desde esa profundidad que sale su grito, su invocación. No era una oración superficial, de rutina. Era un clamor desesperado, un grito de auxilio desde el fondo del pozo. A veces, la adversidad más profunda es la que nos empuja a una oración más auténtica, a un clamor que atraviesa los cielos. La Biblia está llena de ejemplos de héroes de la fe que clamaron a Dios en su angustia. David, Job, Daniel, y hasta Jesús mismo en Getsemaní.

Observen la frase: "en el día que te invoqué". Esto no dice "después de un tiempo", ni "cuando las cosas mejoraron". Dice "en el día que te invoqué". Esto nos revela la inmediatez de la respuesta de Dios. No hay burocracia celestial, no hay listas de espera para el corazón quebrantado que clama. Su oído está siempre atento a la voz de Sus hijos.

La respuesta no es una señal lejana, sino una presencia: "Te acercaste a mí". El Dios del universo, el Creador de todo, el Rey de la gloria, se inclina para estar cerca de Su siervo en la angustia. Él no nos abandona en el valle de sombra de muerte. Él entra en nuestro valle. En los tiempos que vivimos, y los que vendrán, veremos un aumento de la aflicción y la desesperación en el mundo. La oscuridad intentará abrumar. Pero proféticamente, esto también significa que habrá un aumento del clamor por parte del pueblo de Dios. Y la promesa es clara: cuanto más profundo sea el clamor de Sus hijos, más palpable y evidente será Su cercanía. Veremos manifestaciones de Su presencia de formas que quizás no habíamos visto antes, porque la necesidad será mayor, y Su fidelidad, inmutable. Este clamor no es un signo de debilidad, sino un acto profético de dependencia que activa la intervención divina.

"dijiste: No temas." Esta no es una sugerencia, sino una orden. Es una palabra con autoridad, con el peso de la omnipotencia de Dios. ¿Quién más puede decir "No temas" en medio de un asedio, de una enfermedad terminal, de una pérdida devastadora, y que esa palabra tenga poder? Solo el Creador, el Sustentador de la vida. Él no nos dice "No temas" porque los problemas desaparecerán instantáneamente, sino porque Él está con nosotros en medio de los problemas. Y Su presencia es más grande que cualquier amenaza.

El "No temas" de Dios es la fuente de la verdadera paz. No es la ausencia de conflicto, sino la presencia de Dios en el conflicto. Es la paz que sobrepasa todo entendimiento, que guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Es un bálsamo para el alma atribulada. El temor es una de las armas más potentes del enemigo. Paraliza, roba la fe, distorsiona la verdad. Pero cuando Dios dice "No temas", esa palabra es una espada que corta las cadenas del miedo, una luz que disipa las sombras de la ansiedad.

Proféticamente, el espíritu de temor es una característica clave de los últimos tiempos (Lucas 21:26, "desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra"). Pero en contraste con el pavor del mundo, el pueblo de Dios está llamado a ser un ejemplo profético de valentía y paz inquebrantable. Nuestra capacidad de decir "No temas" no se basa en nuestra propia fuerza, sino en la voz audible de Dios que nos lo susurra. Nuestra vida debe ser un testimonio viviente de que, incluso cuando el mundo tiembla, el creyente, que ha clamado y ha sentido la cercanía de Dios, puede levantarse y declarar: "No temo, porque mi Dios ha dicho: No temas." Esta es nuestra comisión profética: ser pacificadores y liberadores del temor en un mundo cautivo.

Amados, Lamentaciones 3:57 es una joya en medio de la adversidad. Nos enseña tres verdades poderosas y proféticas para nuestra vida hoy: 

  • Tu clamor es escuchado: No importa cuán profunda sea tu angustia, tu invocación llega al trono de Dios.
  • Dios se acerca: Él no es un Dios lejano, sino un Dios que se mueve hacia ti en tu necesidad. Su presencia es real y tangible.
  • Su palabra disipa todo temor: Cuando Él dice "No temas", toda sombra de ansiedad y pavor debe retroceder.

En este día, si hay algo que te roba la paz, si hay un temor que te oprime, te invito a hacer lo que hizo Jeremías. Clama a Él desde lo más profundo de tu ser. Entra en Su presencia. Y escucha con el oído de tu fe la voz de tu Padre celestial que te dice con autoridad y amor: "No temas." Permite que esa palabra no solo te consuele, sino que te capacite proféticamente para ser una señal de esperanza y valentía en un mundo que desesperadamente necesita ver que, para los hijos de Dios, incluso en los tiempos más oscuros, el temor no tiene la última palabra.

Dios te Bendiga..

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